Más que vencerlo, pues a ningún escalador le gusta volar, el objetivo es convivir con la caída de forma natural. Es decir, aceptarla como parte del juego de la escalda, com un elemento más. El problema es cuando la posibilidad de caer nos paraliza, con lo que creamos unas consecuencias que crearán muchas más probabilidades para que eso ocurra.

Y ¿por qué no nos gusta caer escalando? Pues principalmente por dos razones. La primera es, obviamente, por el miedo a hacernos daño y, especialmente, por que esos daños se conviertan en en lesiones de media y larga duración, con lo que eso conlleva. Y la segunda razón es porque la caída significa, en cierta manera, un fallo nuestro, y por ende, la imposibilidad de tener éxito encadenando ese largo.

Vamos a analizar en más profundidad cómo nuestra mente y nuestro cuerpo reacciona ante el estímulo de una posible caída. En ese momento creamos una situación de ansiedad, la ansiedad por evitar esa situación cuanto antes. Y allí comienzan nuestros problemas. La mente responde emocionalmente ante el estímulo negativo de que nos podemos caer. Activa nuestro sistema nervioso simpático (que de eso tiene poco) que prepara nuestro cuerpo para la respuesta de huida cuando una situación, como esta, es percibida como amenazante. De ahí, esa cara de angustia que se nos pone.

Es poco simpático sistema nervioso nos produce una consecuencias somáticas, con un subidón de adrenalina importante, que incluyen los siguiente elementos:

  • Sudor. Empezamos a sudar como bellacos aunque haga mucho frío.
  • Taquicardia. La frecuencia cardíaca sube galopando a valores muy altos.
  • Tensión muscular. Nos quedamos agarrotados, agarrados a las presas con tal fuerza que nuestra energía se agota rápidamente.
  • Visión de túnel. Nuestra visión periférica desaparece y solo vemos lo que miramos directamente, con lo que dejamos de ver opciones.
  • Disminución de la coordinación motora. Nos quedamos cuasi paralizados por ese agarrotamiento muscular. Cono lo que nuestras opciones de salir airosos disminuyen.

Así que con todo ese paisaje, lo que conseguimos es pasarlo realmente mal y aumentar las posibilidades de caer de forma descontrolada.

Pero no todo es negativo. La buena noticia que la psicología del deporte nos regala unas herramientas con las que combatir acertadamente esta situación, minimizando las posibilidades de caer y evitando pasar ese mal trago. Y con esas herramientas conseguiremos unas habilidades automatizadas para esas situaciones. Eso sí, con práctica, tiempo y esfuerzo. No todo es jauja. Al igual que con el entrenamiento físico o técnico, el mental necesita de su tiempo. Pero, os aseguro, los resultados son impresionantes. El ejemplo los tenemos en esos escaladores que conocemos que saber gestionar esos momentos mucho mejor que nosotros.

Algunas de esas herramientas son:

  • RELAJACIÓN. Convencer a nuestro cuerpo mediante nuestra mente a que se relaje.
  • VISUALIZACIÓN. Una de mis herramientas preferidas para crear una situación imaginada a la cual vencemos.
  • REESTRUCTURACIÓN COGNITIVA. Poner nuestros pensamientos en orden.
  • RESPIRACIÓN CONTROLADA. La base de todo.
  • CONTROL DE LA ATENCIÓN. Centrarnos en lo verdaderamente importante, en superar el paso en vez de obsesionarnos con que vamos a caer.

Todo lo anterior se puede aprender y automatizarlo en nuestro comportamiento escalando. Y, además, el viaje es apasionante. Nos esforzaremos, sí. Cambiaremos nuestros hábitos, sí. Pero los resultados son tan increíbles que merece la pena, de largo. Os lo aseguro.

Con todo eso, lo que generaremos es nuestra AUTOCONFIANZA. Solo con entrar en las vías confiando en nosotros mismos y en nuestras opciones de solucionar todos los momentos delicados de una escalada, conseguiremos dos objetivos importantes:

  • Subir nuestro horizonte de objetivos.
  • Y disfrutar muchísimo más.

Por todas estas razones, en mi trabajo con los escaladores en el miedo a caer, no practicamos con caídas forzadas. No practicamos tirándonos a propósito. Es erróneo bajo mi punto de vista. Es como obligar a quien tiene miedo a volar, a viajar en avión todos los días. Hay un riego altísimo de que es deportista abandone la escalada para siempre. Aparte de que lo estamos abocando a sufrir amargamente en esos momentos.

No, niet, no way, ni de coña. Nos debemos centrar en dotar al escalador a vencer esos momentos con herramientas suficientes y óptimas para ello. Nos debemos centrar en superar esos momentos y minimizar al máximo el riesgo de caer. La salida debe ser siempre hacia arriba, y no hacia abajo. Por supuesto que hay que aprender la técnicas de caída, como evitar el cruce de la cuerda por las piernas, evitar obstáculos, evitar la tentación de cogerte a la cinta mientras caes, etc, etc. Y también los aseguradores deben aprender a estar atentos a lo que hace su primero de cuerda y a manejar la cuerda correctamente. Ni demasiada comba, ni caídas con la cuerda muy tensa, ni manejar mal el grigri, ni dejar de conocer la longitud de la vía en relación a la longitud de nuestra cuerda, ni tantas cuestiones que pueden ocurrir.

Debemos centrarnos en que el escalador, cuando entra en una vía, acepte sus condiciones, las dé por buenas, y así se pueda centrar exclusivamente en superar todos los pasos. Acepte las condiciones óptimas de toda la cadena de seguridad, la distancia entre seguros, el grado de la vía, etc. Así nos centramos en lo importante, en mirar la roca. Y debemos entrar con nuestra autoconfianza bien trabajada para gestionar con éxito todas las situaciones.

Y, en este camino tan apasionante, aprenderemos habilidades que nos servirán mucho más alla de nuestras escaladas, en nuestra vida.

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